jueves, 15 de julio de 2010

Argentina Potencia Trola

La maravilla de tener esta Ley de Matrimonio Igualitario, que repara siglos de exclusión, no podría haber sido posible sin la increíble contribución de muchas y muchos. Pero es insoslayable la persistencia de la lucha del amoroso Feminismo de Argentina. Las mujeres que a los largo de nuestra historia le pusieron el cuerpo, la cabeza y el corazón a una lucha ejemplar y de verdadera base. En un país atravesado por discursos capturados por la nada, en los que se contradice la historia y se la prepotea con construcciones falaces que contrastadas con la realidad sólo dejan ver villas miserias y sometimiento, donde todo parece intercambiable y cuestionar realmente es una afrenta que se paga con la humillación, la trama que tejió el amor del FEMINISMO de ARGENTINA es ejemplo para el mundo. Esa trama amorosa que se tejió con la vida de tantas y tantas y tantas que sostuvieron y sostienen en silencio a la Patria, que nutrieron y nutren en silencio a la Patria, que contruyen en silencio y a grito pelado a la Patria.
Sin el CORAJE DESLUMBRANTE DE LA MAYORÍA DE LAS MUJERES ARGENTINAS, la hermosura infinita de esta Ley, no sería una de las realidades más felices de las Provincias Unidas del Río de La Plata.
¡Mujeres Argentinas: son las más hermosas del Mundo! Admirables y ejemplares. Y todos les estamos agradecidos siempre.

miércoles, 14 de julio de 2010

¡Fuera del Estado Argentino!


Defendamos a la Familia de los verdaderos chacales que a lo largo de la Historia han saqueado, violado y torturado, por acción y omisión, de Este a Oeste a millones de mujeres, niñas, niños y varones.

¡La Iglesia fuera del Estado Argentino!
Apostasía colectiva Ya.

jueves, 22 de abril de 2010

Dos de grava y uno de arena

Unos amigos me regalaron los Cuentos Completos de John McGahern, un irlandés a quien no conocía y que me tiene fascinada.
Esta mañana, viniendo para el trabajo, arranqué con un cuento que se llama "Corazones de roble y panzas de latón", es sobre un gupo de hombres que son obreros de la construcción en Londres (los irlandeses en Gran Bretaña, como los paraguayos acá). Es un relato que impacta por la dureza y la precisión de la pluma hondísima de McGahern.
Ya en el trabajo, en la radio dijeron que hoy es el día del obrero de la construcción. Pensé en las casualidades. Y pasaron una canción de Chico Buarque, Construçao, hermosa y triste y cierta: un obrero cae de un edificio sobre la calle, a contramano, entorpeciendo el tráfico.
Acá, un pasaje del relato y el pedido expreso de que lean a este tipo, por favor, se los digo por su bien! Y después la canción de Buarque.

"-¡Vamos, a palear o cagar, a cagar o reventar!- gritó Murphy por encima del rugido.
Rítmicamente, las palas cargaron y arrojaron en la artesa de madera, levantada de los mangos y vaciada en la tolva cuando se llenaba, dos cajones de grava y uno de arena, y cuando terminaron de echar la arena sobre la grava, Keegan vino corriendo desde la pila con una bolsa de cemento al hombro para echarlo encima. La pala de Galway cortó la bolsa en dos y la nube gris de polvillo se levantó al separar las mitades.
La tolva empezó a subir. Podíamos descansar sobre las palas durante ese minuto. Cuando se detuvo, Murphy tomó el mazo para golpear la parte posterior, y el último resto adherido de arena o grava cayó en el tambor giratorio donde el agua pegaba contra las paletas.
-Padre puto que estás en el cielo santificado sea tu abuelo- gritó al compás de los golpes, la parte trasera de la tolva brillando con el sol como plata batida -. ¡A palear o cagar, a cagar o reventar! -gritó cuando la tolva bajó de nuevo, y las palas cargaron y arrojaron mecánicamente dos cajones de grava y uno de arena, y se levantó el polvillo gris de los cien kilos de cemento al cortar la bolsa en dos y separar las mitades. Seguriría así todo el día."

miércoles, 7 de abril de 2010

Desde el jardín

Hoy, un hermoso día de sol de principios del otoño, estuvimos sentados un rato con un amigo en el jardín del hospital donde trabajo. Buscamos un banco que tenía retazos de sol y retazos de sombra, siguiendo su consejo: él venía del pleno sol del mediodía; yo de la catacumba de cajas de material biomédico donde tengo mi escritorio, desde donde veo un rectángulo de cielo por un tragaluz y de vez en cuando un gato me reagala su estampa. Quiero decir: yo canté prí un banco a pleno solazo; él me advirtió que estaba fuerte, que mejor... buena elección, buen consejo: eso es de buenos amigos.
Estuvimos ahí un buen rato charlando de cosas nuestras: planes, proyectos, cosas vitales. Se estaba tan bien que en un momento le dije que me quedaría todo el día así, arrumbada en el banco de madera, frunciendo los ojos así me diera el sol, manteniéndolos bien abiertos así me diera la sombra. El resto de la gente que estaba en el jardín se veía tan alegremente instalados como nosotros. Algunos eran practicantes o residentes médicos que le dicen, otros familiares de pacientes internados. Me di cuenta de que el jardín es el sitio más amable del hospital, con sus gatos, sus plantas, sus senderos de polvo de ladrillo. Y queda justo en el medio, rodeado del cemento de la construcción, como una especie de corazón que late con un ritmo distinto al resto del edificio.
Una vez, una amiga que trabaja en una empresa vecina, me dijo que con sus compañeras solían almorzar en este jardín. Entonces pensé que el último sitio donde elegiría almorzar sería en el parque de un hospital. Pero ahora la entiendo.
Cada vez que entro a un hospital que no es el Ramos, me descompongo, simplemente no lo soporto. No soporto los hospitales, digo, y siempre, alguien con buen tino me dice: pero si trabajás en uno. No soporto los hospitales porque cada vez que entro a otro que no es el mío es porque alguien a quien quiero está pasándola mal.
Trabajo en un hospital como quien trabaja en un drugstore, en una estación de servicio, en una tienda. Mi trabajo allí es tan inútil que no le salvo la vida a nadie, ni alivio el sufrimiento de nadie. También cuando alguien me dice: no sé cómo podés trabajar en un lugar así, me encojo de hombros como pensando qué tiene de malo trabajar en un quiosco. Me olvidé para siempre que ahí, a pocos metros, la gente se muere o sufre, y alguno de vez en cuando se pone lo suficientemente bien para beber este mismo sol en este mismo jardín.
Pero hoy me di cuenta que este jardín, en un día como este, puede alivianar la tristeza. Alguien se está muriendo en alguna habitación, pero hay tanto sol acá afuera. Tanto sol. Tanto sol.

jueves, 18 de marzo de 2010

Madres y madres

Mi madre es una mujer dura. Pero como madre me daría sus huesos para que me hiciera una choza. Mi madre es una mujer con los pies bien agarrados a la tierra, pero siempre levanta los brazos para que yo me cuelgue y haga monerías que ella festeja. Mi madre no escribe, pero me da fundamento todo el tiempo. Mi madre lee algunos libros de vez en cuando, pero lee siempre las tormentas, el malestar de estómago, mis tristezas a distancia: mi madre es telépata.
Como no he sido madre, pensaba que todas las madres son como ella. Pero me viene pasando de conocer madres que no merecen las hijas que tienen. Madres que no hacen más que mirarse el propio ombligo.
Va que una hoy me dice, cerca del lecho de muerte de su hija, 3 metros lo más cerca, sentadita en un sillón, que no sabe cómo va a hacer para superar esto. Esto todavía no es esto, a lo sumo: eso, lo que vendrá, pronto, pero no todavía, lo sé porque yo tengo la mano de su hija entre las mías y está caliente, me quema las palmas el resto de vida de su hija y no lo suelto. Pienso que en su lugar, yo en la cama, mi madre esa madre, estaría echada en la cama conmigo, agarrándome fuerte para que se le haga más difícil a esa, la muerte, llevarse a su chiquita.
Antes, hace 2 años, otra madre, en el teléfono. No se acercó ni a 3 metros del lecho de muerte de su hija, se mantuvo derechita en su sillón a 700 kilómetros de distancia esperando el parte de noticias, la mano descansando cerca del aparato, esperando que el próximo timbre la pusiera al tanto del desenlace. Después se ofendió conmigo, que no fui lo suficientemente atenta con ella, porque ese tipo de madres está segura de que la vida es injusta con ellas por no haberle dado hijas fuertes, a su medida. Y porque sus hijas tienen amigas que no la tienen en cuenta.
Me dice la madre de ahora que cuando se vuelva a su provincia no quiere que nadie vaya a saludarla, a darle el pésame: ella no puede soportarlo. Habla de dar el pésame y se mantiene a distancia de la cama, me invita a sentarme con ella en el sillón, dice que es más cómodo que la silla donde estoy tomando la mano, caliente, de su hija. Habla como si fuese un velorio, anticipándose, ansiosa.
Mi madre daría el resto de su vida por mí y por mis hermanos. Mi madre me contaría cuentos mientras me voy muriendo, me enseñaría de una buena vez cómo se cortan las tormentas, cómo se curan los empachos, y cómo hay que apoyar el filo del hacha mojado de rocío sobre los empeines para curarlos. Mi madre me contaría cómo criar a los hijos que no tuve, me lo diría todo de una vez como si la que fuese a morir fuera ella, no se guardaría ningún secreto. Mi madre no preguntaría cuándo puede venir el cura, lo alejaría a manotazos como a un cuervo, para que no me asuste. Mi madre no se perdería un solo minuto lejos de mí para tomar un café. Mi madre no diría: a mí nadie me avisó antes, porque ella sabría, porque una madre sabe, que la hija que parió se está muriendo.
Mi madre es una mujer fuerte, sí, en sus cabales, pero se volvería loca, completamente, si uno de nosotros, sus hijos, muere.

domingo, 14 de marzo de 2010

La Profecía Autocumplida


Mi amigo Luis me dejó de garpe. Este domingo íbamos a reunirnos en su hermosa casa, con Tuti, la ecónoma del hogar, a la sazón esposa legítima y chica más linda del barrio, y sus hermosos Felipe y Manuel.
La idea era manducar los mejores choris de Parque Patricios, ergo: el mundo; beber Fondes de Caves várioses y afterwards tirarnos a ver Liverpool, de Lisandro Alonso, la mejor película argentina desde Breve Cielo, que compré esta semana para que los chicos la vieran.
Pero el puto de Luis (una auténtica maza), ayer dejó un mail disculpándose porque había olvidado…
Ahora me estoy clavando la focaccia de damascos, roquefort y fleur de sel que había preparado para llevar pero sabe tan mal by eating it alone like a dog.
Otro domingo de limpiar el biorsi y ver los Simpson.

You Luis, mother fucker!

martes, 9 de marzo de 2010

Hollywood hace Justicia



Se olvidaron de mencionarte en la acostumbrada necrológica glam de los Oscar. Un acto de justicia que repara tanto lípido, nuestra muy querida. Sos demasiado hermosa para quedar atrapada en la grasa de Steve Martin y en esa ceremonia espantosa con coreografías que parecían diseñadas por Reyna Reech.
No te merecieron nunca, hermosa Farah.
Justicia. Justicia.
Lero, lero.
Calenchu.