Yo no, no estuve limpiando nada. Pero se me ocurrió pasar el dedo por encima del iris de la lectora, una técnica de acción directa, más específica que hablarle de buen modo, que golpearlo presa del hartazgo, o mirarlo como un faquir de película casi seguro de que mi intención puede hacer andar a ese transistor remilgado que se niega a su faena.
Sencillo, con pasarle el dedo conseguí que arrancara otra vez, que los compacts fueran leídos y que la música volviera a salir de ese aparatejo infecto, comprado en una barata de Coto, y con una hechura que hace que parezca imposible que esos cosos de plástico berreta funcionen de modo controlado para que el láser se haga canción.
Juro que con sólo pasarle el dedo conseguí que la compacterita volviera a la vida y sentí que la Fuerza me acompañaba como a Skywalker.
Tenía una pila de cds que eran la evidencia de que había probado de todo: cds grabados, cds regrabados, cds nacionales, cds importados, pero antes de meter el dedo, nada.
De entre la pila, y para reestrenar la parafernalia, elegí dos discos que escuchaba en mis años mozos y que me siguen llenando de emoción porque son la prueba irrefutable de mi monstruosidad. De cómo se construye lo propio, fuera del alcance de los genes.
Los discos son de los primeros 80, grabaciones de espectáculos de Cipe Lincovsky que son un verdadero flash y que están un poco lejos del AC-DC, del Whitesnake o el Iron Maiden que escuchaban mis amigos en el mismo momento.
Por supuesto que en uno de ellos está el espantoso poema de Brecht,
primero se llevaron a los judíos pero a mí no me importó porque yo no lo era… pero también hay una elegía a la mierda de Enzensberger, maravillas de Chejov, de Fontanarrosa y sobre todo, sobre todo, hay esa lírica perdida de los primeros años de la vuelta democracia. Algo que yo vivía como del sentir común y que era conmovedor, vindicatorio, y que, a la larga, resultó una ñoñería, una ilusión estúpida: la primavera alfonsinista. Una temporada que terminó inaugurando otra estación: el Pacto de Olivos. La misma primavera alfonsinista que algunos intelectuales K decían estar viviendo el año pasado, en su defensa del gobierno del matrimonio Kirchner en medio del delirio gobierno/campo, en un temporal de violencia, desprecio y melancolía increíbles.
Es evidente que soy un gordito de gafas, aunque estrené silueta este verano, la foto que colgaste es prueba irrefutable de ello (en la misma foto vos sos el mismo Paraná hecho mujer: lánguida y preciosa), me refiero a lo ideológico más bien: un gordito de gafas. Me refiero al estado en que quedé después del vendaval de voces autorizadas y auto adscripciones que se encolumnaron detrás del “Proyecto” (¡¡¡¡sic!!!!) –una absoluta desconfianza de mis pareces y de mi recorrido-, en el que llegué a ver gente hablándole a la tele como si se cruzaran al mismísimo mandinga, imprecando a la pantalla mientras en TN aparecía Silvestre comiéndose una que otra ese.
Estos días en el Página salió ¡otra vez!!! Sabatella, el intendente de Morón, explicándonos quién es de derecha y quién es de izquierda, quién se ganó la lotería del materialismo, el comme il faut de la politique national de la rive gauche.
Prendo la tele y Crónica dice que mataron a todos y la Su y el Gitano piden
que se dejen de joder con los Derechos Humanos y esas pelotudeces y que ellos no apoyan la pena de muerte porque son cristianos pero que el que mata debe morir. Los cristianos son raros, ¿no? por supuesto que también apoyó la pena de muerte (él no puede escudarse en cristianismo) el vaciador de ATC, chorro entre los chorros, grasa entre los grasas. Y también una de las personas más feas que habitan el planeta: Moria. (¡¡¡Sofía no permitas que ponga siquiera un ojo sobre Helena!!!)
Estamos todos cada vez más brutos y más malos y más groseros y el odio impera.
¡Qué tristeza!
Ahora que veo, tendría que limpiar un poco.
Me voy a seguir escuchando los discos de la Cipe adorada, madre de mi monstruosidad.
(les dejo teléfono con mi mamacita, vale la pena)
http://www.youtube.com/watch?v=SzDsUzrALNk