Anoche, antes de irme a dormir, le pedí de raje a un amigo que me sacara un par de fotos que necesitaba para presentar una cosa de la que no pienso hablar. El affaire kodak me hizo comprender que los indios tenían razón: la cuestión del posamiento para la digital me dejó más desalmado de lo que estaba. Mi amigo disparaba y era claramenete eso, un fusilamiento, un pongansén todos los yos ahí que les vamo a dar pa que tengan. Al momento de ver el resultado me acordé que de chiquilín fui cuidado por Elsa, una nodriza correntina (¿hablamos ya de que la clase media citadina argentina solía, suele, traer chicas de paraguay y de corrientes para criar a gurises que de seguro van a ir a la UBA?).
Elsi fue algo así como mi primer amor, una mujer preciosa con pendientes de oro que vivía para disputarse con mi madre las prendas de mi amor. Parece que de pibe yo tenía unas pestañas, viste? entonces todas la veteranas intentaban seducirme con artimañas que siempre, en todos los casos, incluían tenerme ahí dos horas, haciéndome esperar a que terminaran de cantarme el hermoso tango que Panizza y Donato descerrajaron en 1923...¿Por qué me dejaste, mi lindo Julián? tu negra se muere de pena y afán...
Cuestión que hace unos años sonó el timbre, fui a ver quién era y ahí estaba la prima donna que nunca se olvida: Elsi venía de visita para ver a la familia, después de más de 5 lustros de atesorar nada más que recuerdos.
Me habló como se le habla a un gestor que tramita una pensión por invalidez y me preguntó por mi padre. Soy Julián, Elsi, le dije, mientras intentaba que no rebalsaran los párpados inferiores de mi cara que solitos se ponían en la tradición de Raúl Rossi en Todo el año es navidá.
La expresión de Elsi, que otrora demostrara una ingenua salvajidad correntina, trocó en sombría y se alineó en el linaje teutón de Las amargas lágrimas de Petra Von Kant.
¿Dónde está mi Juli? dijo, dando a entender perfectamente que la imagen que tenía delante ofendía severamente no sólo a sus pupilas, sino también a la Mary Poppins que casi toda correntina o paraguaya en su obligado exilio con camadentro lleva en lo recóndito.
Soy yo, le dije, fracasando en el intento y comprendiéndolo todo en el instante.
La visita duró menos que la del señor que me cobra la cuota de la cooperadora de Hospital Alvarez, y menos que algún otro afaire que supe mantener en secreto y lejos de la mirada procaz de los indiscretos.
Comprendí, callé y me revolví, digo ahora, probando suerte con el bolero, la tradición latinoamericana par excellence (me van a disculpar los intelectuales K y Aurora por igual).
Pero anoche, de la camarita de mi amigo tronó el escarmiento y acá está la prueba.
Al Juli, el pibito que sabía torear como nadies, dejando caer los párpados y sacudiendo las pestañas para delicia de las veteranas de entreguerra, se lo morfó este señor pelado.
¡Quévacer!
¡Atúteler compañeras y compañeros: es la vida que me alcanza. Los quiero mucho!
Elsi fue algo así como mi primer amor, una mujer preciosa con pendientes de oro que vivía para disputarse con mi madre las prendas de mi amor. Parece que de pibe yo tenía unas pestañas, viste? entonces todas la veteranas intentaban seducirme con artimañas que siempre, en todos los casos, incluían tenerme ahí dos horas, haciéndome esperar a que terminaran de cantarme el hermoso tango que Panizza y Donato descerrajaron en 1923...¿Por qué me dejaste, mi lindo Julián? tu negra se muere de pena y afán...
Cuestión que hace unos años sonó el timbre, fui a ver quién era y ahí estaba la prima donna que nunca se olvida: Elsi venía de visita para ver a la familia, después de más de 5 lustros de atesorar nada más que recuerdos.
Me habló como se le habla a un gestor que tramita una pensión por invalidez y me preguntó por mi padre. Soy Julián, Elsi, le dije, mientras intentaba que no rebalsaran los párpados inferiores de mi cara que solitos se ponían en la tradición de Raúl Rossi en Todo el año es navidá.
La expresión de Elsi, que otrora demostrara una ingenua salvajidad correntina, trocó en sombría y se alineó en el linaje teutón de Las amargas lágrimas de Petra Von Kant.
¿Dónde está mi Juli? dijo, dando a entender perfectamente que la imagen que tenía delante ofendía severamente no sólo a sus pupilas, sino también a la Mary Poppins que casi toda correntina o paraguaya en su obligado exilio con camadentro lleva en lo recóndito.
Soy yo, le dije, fracasando en el intento y comprendiéndolo todo en el instante.
La visita duró menos que la del señor que me cobra la cuota de la cooperadora de Hospital Alvarez, y menos que algún otro afaire que supe mantener en secreto y lejos de la mirada procaz de los indiscretos.
Comprendí, callé y me revolví, digo ahora, probando suerte con el bolero, la tradición latinoamericana par excellence (me van a disculpar los intelectuales K y Aurora por igual).
Pero anoche, de la camarita de mi amigo tronó el escarmiento y acá está la prueba.
Al Juli, el pibito que sabía torear como nadies, dejando caer los párpados y sacudiendo las pestañas para delicia de las veteranas de entreguerra, se lo morfó este señor pelado.
¡Quévacer!
¡Atúteler compañeras y compañeros: es la vida que me alcanza. Los quiero mucho!
2 comentarios:
mi madre, correntina de Curuzú Cuatiá, jamás te hubiera dicho algo así. Todos les parecíamos hermosos.
Casciari dice que cuando ve de lejos a un "deformado" de otra época, cruza de acera.
Cambiamos, pero hay que saber descubrir entre los pliegues toda la belleza espiritual oculta...
(lo dice otro deformado, ¡joder!)
Querido Dante: no hago más questar de acuerdo con tu madre (y preguntarme cuál será el gentilicio de Curuzú Cuatiá): soy redomadamente hermoso. lo que el tiempo ha hecho conmigo es nomás el chiste misterioso. Un abrazo y gracias por pasar. J.
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