Cuando era más joven tenía un amigo al que le encantaba pelear. A mí también me gustaba pelear entonces, pero era una debilucha y podía atinar un cross a la mandíbula pero necesitaba refuerzos de inmediato. Esas noches que nos íbamos de copas siempre terminábamos peleando con alguien. A veces él solo no podía –puesto que siempre hay gente más dada a conciliar o a hacerse la boluda por más copas encima que tenga- y entonces entraba yo en escena para que alguien me diga lo que no tenía que decirme y darle el pie a mi amigo para que salga de las sombras a puño limpio, primero él empujaba y discutía para distraer y después dar el nock out sucio, a traición, que así son las peleas callejeras. Me quedaba sentada en el cordón de la vereda mirando todo. Mi amigo ganaba siempre.
Ahora tengo un amigo que pelea solo contra el mundo. Es una pelea desigual. Tengo una larga lista de cosas que admiro de él. Si me preguntaran no sabría bien cuál poner primero. Aunque hay una palabra que tal vez sintetice todo: valentía. Mi amigo es un hombre valiente. Sigo siendo una debilucha –más débil con el tiempo-, pero ese pendenciero que tengo de amigo irradia una luz que hace que, cuando todo me agobia, me ponga de pie, en guardia, como una buena chica boxeadora. No puedo acompañarlo en todas sus batallas, a veces ni siquiera puedo distraer al contrincante para que él pueda asestarle un golpe certero al riñón del mundo.
Me quedo sentada en el cordón de la vereda. De vez en cuando, como las chicas en bikini del Caesar Palace, levanto bien alto su brazo de triunfo. Las otras, lo rodeo en mi abrazo.
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1 comentario:
Que lindo tener amigos así. Yo estoy lejos de todos ellos ahora y los extraño y necesito. Tengo una amiga que es una persona admirable. Me enseñó mil cosas, pero lo que más me enseñó es vivir con alegría y simpleza. Eso es valiente.
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