Mientras trabajo: ecologistas, vegetarianos y desubicados

Hoy Carlitos, un compañero del depósito, estaba descartando sondas de látex vencidas. Dijo que venían bien para fabricar gomeras. Dijo que a veces se iba con amigos a pescar y cazar palomas de monte con la gomera. Hay que tener buena puntería, dijo, para no herirlas inútilmente, el golpe debe ser certero para matarlas al toque. No sabés lo rico que es el guiso de paloma, me dijo, unas quince son como un kilo de pollo.
Alguien escuchó nuestra conversación y fue a contar la anécdota a la sala de farmacéuticos. Una de las farmacéuticas –que además viene a ser una de las jefas de Carlitos- es ecologista y vegetariana. Irrumpió indignada en el depósito a pedirle explicaciones a mi compañero de lo que hace fuera del trabajo, como ir a cazar y pescar con sus amigos al monte. Vino a darle una perorata acerca de lo asqueroso que era matar animales. Carlitos le explicó como pudo, es un hombre bastante bruto, que a él también le gustan los animales y que sólo mata palomitas de monte para comerlas. Ella siguió con su discurso verde, indignado, en defensa de las torcacitas. Le dijo que si era así y con tal de impedir que asesine una sola paloma más, de vez en cuando podía traerle un pollo. Antes de irse dijo que le revolvía el estómago pensar que él podía hacer ese tipo de cosas.
Probablemente esta mujer no lo sepa porque ¿qué sabe ella de Carlitos aparte de que puede subir y bajar cajas, ir al container a buscar más cajas, llevarlas al subsuelo, subirlas al depósito, recibir sus órdenes de profesional de la salud?, que Carlitos a veces se queda toda la semana durmiendo en el hospital porque no tiene plata para volver a su casa que queda en algún lejano lugar del conurbano, que en esos días sólo le echa al estómago el mate cocido y las galletitas de agua que nos dan en el refrigerio, que allá en el fondo de su casa a medio construir Carlitos tiene una huerta –tal vez esto le caería bien a ella tan vegetariana. Que hace poco me dijo que a veces pensaba que así como vivía no valía la pena vivir, que no era vida esta.