martes, 19 de junio de 2007

Nao tein fim

Hace poco leí, en el Página 12, un titular que me resultó tan revelador de este momento social, tan radiográfico y no quisiera abusar pero taaan metonímico. Era una entrevista a Joaquín Sabina, ese winner/loser que para algunos es la reencarnación misma de una poesía no maricona; el título en cuestión era:
LO IMPORTANTE ES NO DEFRAUDAR AL NANO.

Me acordé de un texto viejo, parte de mi proyecto intitulado
Lo malo de ustedes es que tienen toda la onda.



Mis amigos son unos atorrantes,
se exhiben sin piedad, beben Hamorro*.
Una vez, me acuerdo,
me encontré a algunos en la calle,
iban con cara de haber visitado el Partenón,
de haber asistido, en traviesa del tiempo,
a un encuentro heleno
de profundidad republicana y compromiso histórico.
Se desconcentraban de una multitud
que caminaba con la misma carita de ellos,
ahora que pienso podrían haber sido máscaras de Cavallo.
Mis amigos se gustaban a sí mismos
y creían en Alfonsín,
caminaban con sus hijos en brazos
y se alejaban de un lugar de la vía pública
en el que había cantado gratis Joan Manuel Serrat.
Gratis en Argentina quiere decir
200 mil dólares que paga la municipalidad.
A mis amigos les gusta el Nano.
Mis amigos son un asco.


* Hamorro: bebida espiritista de origen catalán
en el que la Reina Sofía remoja sus callitos más tiesos.

martes, 5 de junio de 2007

mi amigo vs. el mundo

Cuando era más joven tenía un amigo al que le encantaba pelear. A mí también me gustaba pelear entonces, pero era una debilucha y podía atinar un cross a la mandíbula pero necesitaba refuerzos de inmediato. Esas noches que nos íbamos de copas siempre terminábamos peleando con alguien. A veces él solo no podía –puesto que siempre hay gente más dada a conciliar o a hacerse la boluda por más copas encima que tenga- y entonces entraba yo en escena para que alguien me diga lo que no tenía que decirme y darle el pie a mi amigo para que salga de las sombras a puño limpio, primero él empujaba y discutía para distraer y después dar el nock out sucio, a traición, que así son las peleas callejeras. Me quedaba sentada en el cordón de la vereda mirando todo. Mi amigo ganaba siempre.

Ahora tengo un amigo que pelea solo contra el mundo. Es una pelea desigual. Tengo una larga lista de cosas que admiro de él. Si me preguntaran no sabría bien cuál poner primero. Aunque hay una palabra que tal vez sintetice todo: valentía. Mi amigo es un hombre valiente. Sigo siendo una debilucha –más débil con el tiempo-, pero ese pendenciero que tengo de amigo irradia una luz que hace que, cuando todo me agobia, me ponga de pie, en guardia, como una buena chica boxeadora. No puedo acompañarlo en todas sus batallas, a veces ni siquiera puedo distraer al contrincante para que él pueda asestarle un golpe certero al riñón del mundo.
Me quedo sentada en el cordón de la vereda. De vez en cuando, como las chicas en bikini del Caesar Palace, levanto bien alto su brazo de triunfo. Las otras, lo rodeo en mi abrazo.